El día del músculo cardíaco

De todas las celebraciones inventadas por las agencias de publicidad y mercadotecnia, las más odiosas son la Navidad y el Día de la Constitución. En un muy cercano tercer lugar está el Día del Amor y la Amistad. El Día de San Valentín (como también se le llama en honor al romántico actor Valentín Trujillo) es odioso por una infinidad de razones, pero, sobre todo, porque relaciona el amor con el corazón. Eso es absurdo. El corazón es un músculo que pasa todo el día bombeando sangre; nunca descansa y es monótono como discurso electoral. No hay nada de romántico en eso. Además, el Día de San Valentín desprestigia a un órgano que desde tiempos inmemoriales compra yates y casas de campo a los cardiólogos.

En un intento por reivindicarlo, presento a continuación tres tarjetas de San Valentín, con un acercamiento cardiológico al tema.

Corazon Esta es una versión para los bilingües:

CorazonY esta para los que no tienen GPS.Corazon

Monstruos

MarcianoCorazón

De vez en cuando me salen monos cursis y melosos como este. Monos que me hacen recordar que de niño y adolescente dediqué no poco de mi tiempo de cautiverio en las aulas escolares a dibujar en los cuadernos donde se suponía deberían estar los apuntes que me garantizarían una buena educación y, en consecuencia, el éxito y la felicidad. Atiborraban mis libretas calaveras y diablos deformes de afilados colmillos y miradas iracundas. Entre más feroces me salían más satisfecho me sentía.

Un día, orgulloso de mis adefesios, enseñé mis dibujos al maestro de artes plásticas. Él los miró con atención y me dijo con calma: «bien, sigue dibujando hasta que se salgan todos los monstruos». En ese momento, solo me pareció que el maestro era muy mamón y no entendía nada de arte contemporáneo, pero años después, cuando dejé de dibujar criaturas aterradoras, supe lo que quería decir: dibujar (o escribir o cualquier otra actividad artística) es una de las formas más eficientes de expulsar los demonios internos.

Lo que nadie me advirtió es que dibujar y escribir también sirve para engendrar otro tipo de monstruos, monstruos más terribles y más difíciles de vencer, monstruos que, en la mayoría de los casos, me acompañarán hasta la tumba. Este blog (con un novísimo y refrescante look) es tal vez un recuento de éstos.