Réquiem por una compañera

Tengo una mórbida fascinación por las libretas para dibujar; no puedo resistir la tentación de comprarlas. En consecuencia, tengo una amplia colección que incluye ejemplares de los más diversos tamaños, colores y tipos de papel. Todas nuevas e inmaculadas.

La cuestión es que me gusta comprarlas, pero no usarlas. Me causa un remordimiento inenarrable desperdiciar las blancas hojas con mis garabatos (lo que no habla bien de mi autoestima, aunque sí de mi sentido estético). Esa es la razón por la que siempre dibujo en papel reciclado y mantengo las libretas en estado virginal.

No obstante, el año pasado me regalaron una Moleskine y, por razones indescifrables, decidí mancillarla. El 7 de diciembre de 2012 la inauguré con los siguientes dibujos, que siendo muy generoso, solo podría calificar de espantosos.01-02

A pesar del resultado, no me detuve, y a partir de entonces, seguí abusando de la pobre libreta, con desvaríos como los siguientes: 59-62 64-67 68-71 92 La libreta se volvió una compañera inseparable que me permitió contrarrestar el aburrimiento y la estulticia a los que me veo expuesto en casi todas mis actividades cotidianas. 100 104 También constituyó un inmejorable paño de lágrimas para consignar todas esas pequeñas victorias y derrotas que confeccionan la vida. 124-127136

Algunos de los dibujos me gustaron y, tras ser escaneados y coloreados, me resultaron aborrecibles; la mayoría lo eran desde un inicio. No obstante, los de las últimas páginas me parecieron menos deleznables que los de las primeras:140 148

Hace unos días me percaté que los dibujos comenzaban a profetizar el temido fin de la libreta:152 Y los de la última hoja resumían a la perfección la experiencia vivida en compañía de la Moleskine:

156

Aquí a colores, para ilustrar que no pierdo las esperanzas:
156-2 Hoy, tras casi un año, con lágrimas en los ojos, le digo adiós a una amiga, a una amante, a una maestra que me enseñó muchas lecciones invaluables (por ejemplo, que guardarla en la bolsa delantera del pantalón se ve mal); pero que, sobre todo, me permitió librarme de traumas de la infancia (en los que nuestra posición económica nos obligaba a reciclar hasta el papel del baño), y así, hoy ser capaz de gritar inflamado de orgullo:

«¡Puedo echar a perder una libreta carísima con mis monos horrorosos!». 

Te voy a extrañar…

Lo bueno es que tengo una caja llena de compañeras inseparables.

Ratos emocionantes

Los siguientes son otros apuntes que tomé en una intensa reunión de trabajo. El primero es una complicada alegoría del lenguaje y las ideas (que sería inútil intentar explicarles), y el segundo es una elaborada reflexión a partir de un mensaje hallado en una galleta de la suerte. 132-134 Aquí está el primero tras ser abusado en Photoshop.132El segundo permanecerá igual. Al menos en lo que me recupero de la depresión causada por el hecho de que lo mejor que me puede pronosticar una galleta de la suerte es que en el futuro TAL VEZ habrá momentos emocionantes.

El hábito no hace al monje

Uno de los 7 hábitos de la gente altamente eficiente (que nadie ha mencionado) es cargar siempre una libreta. Yo llevo la mía a todas las juntas y así, en vez de escuchar/decir estupideces, las dibujo. Esto da como resultado juntas más breves, más fluidas y en las que se llega con más facilidad a acuerdos, ya que a nadie le importa un carajo lo que se está tratando.

El siguiente garabato es mi aportación a una junta en la que estuve hace poco y en la que se trataba un tema importantísimo que nunca logré identificar. Los demás participantes me felicitaron al final por mi «espíritu de cooperación» y por haberme abstenido de «proponer puras idioteces como en las juntas anteriores».

116-119 Luego, durante las horas de trabajo, gracias a la magia del Photoshop, puedo seguir explorando las ideas que afloraron en las juntas. 116 JuegoAsí, en lugar de malas ideas que hacen desesperar a mis compañeros de trabajo, clientes, proveedores y personal de limpieza, acabo con dibujitos coloreados que deprimen a los anteriores y a los incautos que caen en este humilde blo.

Esto es lo que en el medio ejecutivo altamente productivo llamamos «win win».

Los gatos y las relaciones tormentosas

X y Y son una pareja con una relación sentimental. Como para muchas otras, por razones inexpugnables, un día la conexión deja de fluir y experimenta algunos tropezones; después se vuelve problemática y con el paso del tiempo, son pocos los momentos libres de conflicto.

A pesar de las abrumadoras desventajas, X y Y, desafiando toda lógica, deciden seguir juntos. Mucho tiempo después de que la relación se ha vuelto nociva e insostenible, al fin deciden terminarla. Se sienten aliviados pero también abatidos. Ya sea que lo nieguen o lo confiesen, ambos piensan en el otro con frecuencia. Los dos aspiran en secreto a que algún día puedan volver a estar juntos, aunque, por supuesto, confían en que todo será diferente.

Es bien sabido que los seres humanos somos los únicos animales que tropiezan dos veces con la misma piedra. Lo que pocas veces se dice es que también somos los únicos que después de irnos de hocico, descalabrarnos y rompemos una pierna, recogemos la piedra, la llevamos a casa y la guardamos para poder tropezarnos con ella todos los días.

Me he preguntado infinidad de veces qué es lo que hace que alguien desee continuar con una persona con la que ha tenido infinidad de problemas, en vez de buscar a otra (es el recurso más abundante en el planeta) con la que pueda empezar una relación de ceros.

Aprovechando que bajé de iTunes U el curso de Introducción a la psicología del Instituto Maurer, me permito aventurar algunas hipótesis:

  1. Masoquismo judeocristiano o el deseo de sufrir en esta vida en aras de asegurar una butaca en el paraíso después de muertos.
  2. Demencia o imbecilidad. Ya sea heredada o adquirida por el consumo indiscriminado de programas de concurso y revistas de chismes del mundo del espectáculo.
  3. Adopción de la frase «más vale malo por conocido que bueno por conocer» como filosofía de vida. Es decir, experimentar un profundo terror a la novedad (o kainofobia, como le llamamos los discípulos de Freud).
  4. La muerte. Lo reconozcamos o no, todos la sentimos respirándonos en la oreja; sabemos que la vida se nos extingue con cada exhalación y queremos creer que estamos sacándole el máximo provecho a nuestra existencia. Necesitamos la adrenalina, hacer que nuestro corazón se acelere. Algunos lo logran practicando deportes extremos, consumiendo drogas regadas con pesticidas o trabajando como voluntarios en campañas políticas de candidatos independientes. Otros prefieren sostener relaciones sentimentales tortuosas. Por eso no es raro que las peleas de estas parejas desemboquen en sesiones sexuales de alto voltaje. Del tipo que causa adicción.
  5. La historia compartida. Nada une más a dos personas que haber sobrevivido juntas a la adversidad. Casi resulta irrelevante que haya sido la misma pareja la que la haya originado. Es en el infortunio y la tragedia que los seres humanos mostramos nuestro más sincero rostro, nuestra verdadera naturaleza. Cuando la relación se vuelve una secuencia de situaciones problemáticas, los integrantes de la pareja inevitablemente van revelando aspectos oscuros y recónditos de su personalidad, y esa complicidad crea entre ambos vínculos intrincados pero poderosísimos. Haber compartido la desnudez y la vulnerabilidad, descubrir en el otro y en uno mismo la capacidad de herir y de sangrar, crea una intimidad que nunca experimentarán las parejas en las que todo fluye con dulce suavidad.
  6. El amor. Esa es la otra probable explicación. Al menos la que prefieren los poetas, los compositores de música pop bailable y los fabricantes de perfumes. No es descabellada. Podemos definir con cierta facilidad las razones por las que nos gusta/simpatiza/atrae/seduce alguna persona, pero los motivos del amor son mucho más indescifrables. Cuando nos preguntan por qué estamos enamorados de alguien, aunque la pregunta vaya precedida de una infinita enumeración de defectos, incompatibilidades y agravantes, muchas veces la única respuesta es encogerse de hombros y confesar “no sé”.

La siguiente ilustración viene al caso porque el gato está pensando precisamente en eso:

SmilingCat

Y aquí se ve más claramente. Como prueba, las estrellas titilan con alegría:

SmilingCat

Y aquí el boceto original que proviene de una Moleskine con la que tengo una relación sumamente conflictiva (ella insiste en que la deje en paz y yo me empeño en torturarla).

SmilingCatBoceto

Historias

En un derroche de imprudencia, sigo masacrando la Moleskine impunemente. Como la llevo a todos lados, son muchas las oportunidades que tengo de torturarla, así que avanzo más rápido de lo que puedo escanear y photoshopear. Así que ya solo lo hago con aquellos cuadros que cuentan una historia.

Mole07-10

Mole11-14Por ejemplo, estos:Mole07En esta viñeta, un hábil vendedor enuncia las ventajas de adquirir una calavera con patas. Desafortunadamente nadie lo escucha porque el Apocalipsis ocurrió hace veinte minutos y él no se enteró por estar revisando su correo electrónico.Mole13 En esta, un oso finalmente acepta que es rosa y decide vivir feliz consigo mismo aceptándose tal como es. Desafortunadamente luego se le pasa el efecto de las drogas y vuelve a ser miserable.
Mole14

Y en esta, una jovencita se marcha a Europa a buscar el amor. Se enamora de un húngaro que le roba el dinero y le contagia una gripa aviar que casi le cuesta la vida. Se hace prostituta y jamás regresa a México.

La evolución de los gatos

Tengo muchas amigas a las que les gustan los gatos. Tanto que algunas los hacen sus novios o se casan con ellos. Pensando en esa enternecedora y patológica afición, hice este dibujo en la Moleskine.

Gatos01 No me gustó, así que le agregué color con unos plumones.Gatos02 No me gustó, así que los tracé con el InkPad en el iPad.gatos03 No me gustaron, por lo que me los llevé al Illustrator para darles texturas.Gatos04 Tampoco me gustaron, así que los exporté a Photoshop donde les modifiqué el color.Gatos05 No funcionó, así que les puse más textura.Gatos06 No me gustó, así que apagué la luz y dejé solo un foquito prendido.Gatos07No me gustó. Ahora odio a los gatos. Aunque se casen con ellos.

Feliz Día Internacional del Gato. ¬¬

Gatos

He seguido maltratando la Moleskine. Aquí dos desconcertantes ejemplos.

En el primer cuadro vemos una aterradora imagen que ilustra lo que según algunas profesías tlaxcaltecas será el fin del mundo: los robots intentarán apoderarse del planeta y gente heroica vestida con trajes espaciales retro de colores llamativos los enfrentarán. Al final máquinas y humanos harán las paces, pero días después todos morirán devastados por un poderoso virus cibernético mutante.

Nótese el detalle del malévolo robot sonriendo.

Asumí que no era necesario retocarla en Photoshop.

05-06El cuadro inferior muestra un trío de gatos con gesto de estupefacción producido por la lectura de The Psychopathology of Everyday Life de Freud.

Así quedó tras pasarlo por el Photoshop.

Mole06

El gesto de asombro se mantuvo.

Moleskine arruinada

Nunca había tenido una Moleskine: son caras y, como dice su publicidad, son las libretas que usaban Van Gogh, Picasso y Hemingway, entre otros. Así que me resultaba obvio que cualquier cosa que pudiera escribir o dibujar en ellas, estaría lejos de justificar el precio. Pero hace unos meses me regalaron una y me animé a echarla a perder.

Esta es la primera página:

MS01-02

Un primer vistazo confirma que mis temores estaban justificados: es un desperdicio de libreta.

Así que coloreé los dibujos en Photoshop y les agregué un racional creativo (que es lo que se hace en publicidad para convencer a los inocentes de que detrás de cualquier estupidez hay un montón de conceptos profundísimos y muy brillantes). Así quedaron:

MS01

Esta es la historia de un gato bodeguero que tras un viaje a Disneyland descubre que los ratones son maravillosos y decide dejar de cazarlos y unirse a su causa.

MS02

Esta es la historia de un hombre moreno que vende frutas, y por razones que nadie comprende, no deja de sonreír. Al final se descubre que tenía parálisis facial.

Una vez que me quedó claro que ni el color ni los racionales iban a salvar mis desatinos, hice lo que cualquier persona sensata hubiera hecho: seguí dibujando en la Moleskine.

Luego subo los siguientes garabatos que, debo reconocer sin falsa modestia, han ido empeorando.