No piensa bajar

A veces eran los diversos aromas provenientes del mar, el recuerdo de un navío encallado años atrás o la dirección en la que soplaba la brisa. En otras ocasiones los motivos eran más razonables: una palabra mal pronunciada, una mirada a destiempo o la ausencia de una invitación para tomar el té; siempre encontraba una razón para encaramarse al gato. Y aquella tarde todo parecía indicar que no tenía la menor intención de bajar.