Viajes

Hay un montón de escritores a los que admiro, pero Julio Cortázar es de los poquititos a los que les tengo cariño. Lo conocí en el auto de un amigo que me dio un aventón de la escuela a la casa. En el asiento estaba Bestiario, y yo, en vez de charlar con mi amable anfitrión, opté por leer durante el trayecto Casa tomada. Recuerdo con nitidez la sorpresa que me causó darme cuenta de que se podía hacer ESO con las palabras; que ESO también era literatura. Saqué de la biblioteca ese y todos los demás libros de Cortázar y los devoré con una voracidad que a menudo extraño. Mi fascinación y entusiasmo aumentaban con cada página. Aquellas lecturas me dejaron en las manos un ramillete de esas férreas certezas que solo pueden cultivarse en la fértil imbecilidad de la juventud: Julio Cortázar era mi escritor favorito, Rayuela mi novela preferida y yo iba a ser escritor.

Con el galopar de los años, muchas otras novelas y escritores se convirtieron en mis favoritos y descubrí que para ser escritor hay que poder escribir y eso me incapacitaba para serlo. No obstante, los textos de Cortázar siempre han conservado para mí esa sensación de llegar a un lugar cálido y sonriente; algo parecido a la patria o el hogar.

Lo sorprendente es que, además de hogar, Cortázar es también un excelente medio de transporte. Y de eso se trata el siguiente exabrupto:ViajeY el vistoso GIF animado.Viaje