A veces eran los diversos aromas provenientes del mar, el recuerdo de un navío encallado años atrás o la dirección en la que soplaba la brisa. En otras ocasiones los motivos eran más razonables: una palabra mal pronunciada, una mirada a destiempo o la ausencia de una invitación para tomar el té; siempre encontraba una razón para encaramarse al gato. Y aquella tarde todo parecía indicar que no tenía la menor intención de bajar.
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País de cuento
Érase que se era un país que siempre era feliz, feliz.
A veces sucedían cosas terribles en ese país y sus habitantes se enojaban muchísimo y quemaban alguno de los castillos del rey, pero luego recordaban que tenían futbol, bonitos programas de televisión, tequila y linda música para bailar, y se les olvidaba lo malo y volvían a ser felices, felices.