X y Y son una pareja con una relación sentimental. Como para muchas otras, por razones inexpugnables, un día la conexión deja de fluir y experimenta algunos tropezones; después se vuelve problemática y con el paso del tiempo, son pocos los momentos libres de conflicto.
A pesar de las abrumadoras desventajas, X y Y, desafiando toda lógica, deciden seguir juntos. Mucho tiempo después de que la relación se ha vuelto nociva e insostenible, al fin deciden terminarla. Se sienten aliviados pero también abatidos. Ya sea que lo nieguen o lo confiesen, ambos piensan en el otro con frecuencia. Los dos aspiran en secreto a que algún día puedan volver a estar juntos, aunque, por supuesto, confían en que todo será diferente.
Es bien sabido que los seres humanos somos los únicos animales que tropiezan dos veces con la misma piedra. Lo que pocas veces se dice es que también somos los únicos que después de irnos de hocico, descalabrarnos y rompemos una pierna, recogemos la piedra, la llevamos a casa y la guardamos para poder tropezarnos con ella todos los días.
Me he preguntado infinidad de veces qué es lo que hace que alguien desee continuar con una persona con la que ha tenido infinidad de problemas, en vez de buscar a otra (es el recurso más abundante en el planeta) con la que pueda empezar una relación de ceros.
Aprovechando que bajé de iTunes U el curso de Introducción a la psicología del Instituto Maurer, me permito aventurar algunas hipótesis:
- Masoquismo judeocristiano o el deseo de sufrir en esta vida en aras de asegurar una butaca en el paraíso después de muertos.
- Demencia o imbecilidad. Ya sea heredada o adquirida por el consumo indiscriminado de programas de concurso y revistas de chismes del mundo del espectáculo.
- Adopción de la frase «más vale malo por conocido que bueno por conocer» como filosofía de vida. Es decir, experimentar un profundo terror a la novedad (o kainofobia, como le llamamos los discípulos de Freud).
- La muerte. Lo reconozcamos o no, todos la sentimos respirándonos en la oreja; sabemos que la vida se nos extingue con cada exhalación y queremos creer que estamos sacándole el máximo provecho a nuestra existencia. Necesitamos la adrenalina, hacer que nuestro corazón se acelere. Algunos lo logran practicando deportes extremos, consumiendo drogas regadas con pesticidas o trabajando como voluntarios en campañas políticas de candidatos independientes. Otros prefieren sostener relaciones sentimentales tortuosas. Por eso no es raro que las peleas de estas parejas desemboquen en sesiones sexuales de alto voltaje. Del tipo que causa adicción.
- La historia compartida. Nada une más a dos personas que haber sobrevivido juntas a la adversidad. Casi resulta irrelevante que haya sido la misma pareja la que la haya originado. Es en el infortunio y la tragedia que los seres humanos mostramos nuestro más sincero rostro, nuestra verdadera naturaleza. Cuando la relación se vuelve una secuencia de situaciones problemáticas, los integrantes de la pareja inevitablemente van revelando aspectos oscuros y recónditos de su personalidad, y esa complicidad crea entre ambos vínculos intrincados pero poderosísimos. Haber compartido la desnudez y la vulnerabilidad, descubrir en el otro y en uno mismo la capacidad de herir y de sangrar, crea una intimidad que nunca experimentarán las parejas en las que todo fluye con dulce suavidad.
- El amor. Esa es la otra probable explicación. Al menos la que prefieren los poetas, los compositores de música pop bailable y los fabricantes de perfumes. No es descabellada. Podemos definir con cierta facilidad las razones por las que nos gusta/simpatiza/atrae/seduce alguna persona, pero los motivos del amor son mucho más indescifrables. Cuando nos preguntan por qué estamos enamorados de alguien, aunque la pregunta vaya precedida de una infinita enumeración de defectos, incompatibilidades y agravantes, muchas veces la única respuesta es encogerse de hombros y confesar “no sé”.
La siguiente ilustración viene al caso porque el gato está pensando precisamente en eso:
Y aquí se ve más claramente. Como prueba, las estrellas titilan con alegría:
Y aquí el boceto original que proviene de una Moleskine con la que tengo una relación sumamente conflictiva (ella insiste en que la deje en paz y yo me empeño en torturarla).