Viajes

Hay un montón de escritores a los que admiro, pero Julio Cortázar es de los poquititos a los que les tengo cariño. Lo conocí en el auto de un amigo que me dio un aventón de la escuela a la casa. En el asiento estaba Bestiario, y yo, en vez de charlar con mi amable anfitrión, opté por leer durante el trayecto Casa tomada. Recuerdo con nitidez la sorpresa que me causó darme cuenta de que se podía hacer ESO con las palabras; que ESO también era literatura. Saqué de la biblioteca ese y todos los demás libros de Cortázar y los devoré con una voracidad que a menudo extraño. Mi fascinación y entusiasmo aumentaban con cada página. Aquellas lecturas me dejaron en las manos un ramillete de esas férreas certezas que solo pueden cultivarse en la fértil imbecilidad de la juventud: Julio Cortázar era mi escritor favorito, Rayuela mi novela preferida y yo iba a ser escritor.

Con el galopar de los años, muchas otras novelas y escritores se convirtieron en mis favoritos y descubrí que para ser escritor hay que poder escribir y eso me incapacitaba para serlo. No obstante, los textos de Cortázar siempre han conservado para mí esa sensación de llegar a un lugar cálido y sonriente; algo parecido a la patria o el hogar.

Lo sorprendente es que, además de hogar, Cortázar es también un excelente medio de transporte. Y de eso se trata el siguiente exabrupto:ViajeY el vistoso GIF animado.Viaje

Capitán Latinoamérica

En respuesta al rotundo éxito que han tenido las películas de superhéroes en Latinoamérica, Marvel ha decidido crear una serie de personajes que sean afines a los valores y la idiosincrasia de esta región del planeta, tan urgida de modelos a seguir que no terminen con un tiro en la cabeza o prófugos de la justicia.

Es así como surge la idea del Capitán Latinoamérica que, aunque fiel a la esencia del original estadounidense (Captain America), sufrirá ligeras modificaciones para encarnar las cualidades que más se admiran en cada país de América Latina.

CapitánLatinoamericaFinal-02

Mis contactos en el CISEN me hicieron llegar un borrador de algunas de las armas e implementos que poseerá este personaje en la versión mexicana, que aquí les comparto. Es menester hacer clic en la imagen y aumentarla al máximo para poder leer las explicaciones que acompañan al magistral boceto. Debido a que es un documento confidencial y protegido por las estrictas leyes norteamericanas, sugiero compartirlo.

CapitánLatinoamerica02-01

Bailando en la manteleta

Mis restaurantes favoritos son aquellos que colocan en sus mesas manteletas de papel, porque me brindan la invaluable oportunidad de ponerme a garabatear y evadirme así de las conversaciones y otras desventajas de la convivencia humana.

La última vez que asistí a uno de estos bienaventurados establecimientos, mientras mis acompañantes discutían temas trascendentales del acontecer nacional, yo dibujé el siguiente adefesio:

ConejoManteletaSketch

El resultado me pareció poco menos que satisfactorio, pero decidí llevarme la manteleta porque el gerente del restaurante amenazó con demandarme por contaminación visual si no lo hacía.

Ya en la incomodidad de mi hogar y desprovisto de una mejor alternativa para emplear mi abundante tiempo libre, escaneé el garabato y con ayuda del Adobe Illustrator lo convertí en la siguiente imagen. ConejoManteleta01 No me gustó, así que le quité el paisaje y dejé al conejo en una habitación vacía que estuviera más en sintonía con su gesto desconcertado y con la vacuidad de mi vida.ConejoManteleta02 Fue entonces cuando me di cuenta de que el conejo estaba bailando, solo que el gesto facial no coincidía con su expresión corporal. Así que se lo cambié, le agregué un moderno reproductor de música estruendosa, algunas notas musicales y una frase sangrona pero emotiva.ConejoManteleta03Luego hice la versión en español para que se comercializara también en el mercado hispano. 
ConejoManteletaSp

Al final me quedé con una cursi imagen de un conejo bailarín, la certeza de que las manteletas de los restaurantes causan gastritis y la sospecha de que en el fondo solo soy una quinceañera con síndrome premenstrual y fuertes problemas de autoestima.

Payaso

La coulrofobia es el miedo irracional a los payasos y una de las diez fobias más comunes. No me sorprende; los payasos son seres misteriosos que fingen estar siempre de buen humor. Nada es más aterrador que esa perenne sonrisa, que solo puede ser explicada por la demencia, el consumo indiscriminado de estupefacientes o el acceso a información privilegiada que muestra de manera inequívoca que el fin del planeta está próximo.

Hice el siguiente payaso psicótico y deforme en una de esas salas de juntas muy formales que tienen un montón de tarjetas y hojas blancas y un bote con lápices afilados.

PayasoSketch

PayasoAdemás de pavor, los payasos también provocan tristeza. Mucha. Sobre todo, los que se presentan en fiestas infantiles. Difícil imaginar una labor más ardua y desagradable; simular alegría y entusiasmo cuando lo único que desean es estrangular a las abominables criaturas y aporrear a sus monstruosos padres. No es casualidad que una de las expresiones más socorridas para expresar la caída en el infortunio sea precisamente «me cargó el payaso». A propósito, la siguiente reflexión que hice ya hace algunos ayeres.

CargarPayaso01 CargarPayaso02O podrías ser un payaso de fiesta infantil…

Réquiem por una compañera

Tengo una mórbida fascinación por las libretas para dibujar; no puedo resistir la tentación de comprarlas. En consecuencia, tengo una amplia colección que incluye ejemplares de los más diversos tamaños, colores y tipos de papel. Todas nuevas e inmaculadas.

La cuestión es que me gusta comprarlas, pero no usarlas. Me causa un remordimiento inenarrable desperdiciar las blancas hojas con mis garabatos (lo que no habla bien de mi autoestima, aunque sí de mi sentido estético). Esa es la razón por la que siempre dibujo en papel reciclado y mantengo las libretas en estado virginal.

No obstante, el año pasado me regalaron una Moleskine y, por razones indescifrables, decidí mancillarla. El 7 de diciembre de 2012 la inauguré con los siguientes dibujos, que siendo muy generoso, solo podría calificar de espantosos.01-02

A pesar del resultado, no me detuve, y a partir de entonces, seguí abusando de la pobre libreta, con desvaríos como los siguientes: 59-62 64-67 68-71 92 La libreta se volvió una compañera inseparable que me permitió contrarrestar el aburrimiento y la estulticia a los que me veo expuesto en casi todas mis actividades cotidianas. 100 104 También constituyó un inmejorable paño de lágrimas para consignar todas esas pequeñas victorias y derrotas que confeccionan la vida. 124-127136

Algunos de los dibujos me gustaron y, tras ser escaneados y coloreados, me resultaron aborrecibles; la mayoría lo eran desde un inicio. No obstante, los de las últimas páginas me parecieron menos deleznables que los de las primeras:140 148

Hace unos días me percaté que los dibujos comenzaban a profetizar el temido fin de la libreta:152 Y los de la última hoja resumían a la perfección la experiencia vivida en compañía de la Moleskine:

156

Aquí a colores, para ilustrar que no pierdo las esperanzas:
156-2 Hoy, tras casi un año, con lágrimas en los ojos, le digo adiós a una amiga, a una amante, a una maestra que me enseñó muchas lecciones invaluables (por ejemplo, que guardarla en la bolsa delantera del pantalón se ve mal); pero que, sobre todo, me permitió librarme de traumas de la infancia (en los que nuestra posición económica nos obligaba a reciclar hasta el papel del baño), y así, hoy ser capaz de gritar inflamado de orgullo:

«¡Puedo echar a perder una libreta carísima con mis monos horrorosos!». 

Te voy a extrañar…

Lo bueno es que tengo una caja llena de compañeras inseparables.

Tentación

Hay una versión alternativa de la Biblia que nunca fue publicada porque revelaba detalles escabrosos del dios y la corte celestial. No obstante, aún subsisten un par de ejemplares manuscritos en el templo de una sociedad secreta del Medio Oriente y en un blog dedicado a revelar los chismes de las celebridades.

En el Génesis de esta versión, el dios advertía a Adán y Eva que podían comer cualquier fruto del Edén, menos el del árbol de la ciencia del bien y el mal. Ellos accedieron, no porque fueran muy obedientes sino porque no veían la necesidad de comer frutas cuando podían atiborrarse de carne y fritangas sin preocuparse del sobrepeso o los niveles de colesterol.

Así que la feliz pareja pasaba todo el día disfrutando de asados de los más diversos animales de la creación y de extenuantes sesiones de sexo tántrico. El dios los veía con inconmensurable envidia, ya que habiéndose tomando muy en serio eso de ser «un único dios», no tenía con quien intentar las acrobacias sexuales que Adán y Eva perfeccionaban día con día. Así que tomando la forma de la serpiente, su animal favorito, bajó a la tierra y tentó al hombre y a la mujer diciéndoles:

–Si comen del fruto prohibido, serán abiertos vuestros ojos y seréis como el dios y conoceréis el bien y el mal.

–No, gracias, a mí la manzana me da gases –respondió Eva.

–¿Fruta? Ni que estuviera enfermo –contestó Adán–. Mira, mejor éntrale a las costillitas de panda, que nos quedaron buenísimas.

La serpiente dios, enfadadísima por la actitud pasiva de sus creaciones, se dejó crecer plumas, se cambió el nombre a Quetzalcóatl y emigró a Mesoamérica, donde, según los rumores, la gente estaba dispuesta a caer en cualquier tentación que se le presentara.

Nunca volvió.

Algunas leyendas cuentan que un par de danzantes la convirtieron en un ceviche, que según los expertos gastronómicos de la época: «sabía a pollo, pero más acidito».

He aquí una de las magistrales ilustraciones que acompañaba al texto:

ArbolTentacion

Mapas mentales

Me gusta el concepto de mapas mentales.

Imagino una improbable cartografía que dé constancia de los horrores y prodigios que pueblan nuestra cabeza, que ubique con precisión las comarcas luminosas y aquellas gobernadas por las tinieblas, que alerte de los precipicios, los inhóspitos desiertos y las ciénagas infestadas de culpas y resentimientos.

Pienso en un plano que nos indique las infinitas veredas que decidimos no tomar y las insospechadas tierras a las que conducen, los soleados jardines donde guarecernos cuando fuera solo haya nubes negras, las cavernas en las que escondimos algunos amores inconfesables, las arboladas en las que podemos extraviarnos cuando la razón amenace con enloquecernos, las altas cimas desde las cuales contemplamos el fastuoso y siempre inalcanzable futuro tapizado de espléndidas flores.

Algunos estudiosos de la geografía afirman que existe un atlas de la mente de todos y cada uno de nosotros; otros van más allá al aseverar que aquellos que logran tener acceso a éste pueden alcanzar la felicidad en poco tiempo ya que son capaces de determinar cuál es el camino más corto y evadir con facilidad los innumerables obstáculos. El gran problema, advierten, es que el mapa se encuentra escondido en el más desolado territorio de la mente; aquel donde habita el miedo. Y es bien sabido que nadie en sus cabales se aventuraría a explorar esos parajes sin la ayuda de un mapa.

PaisajeCabeza

Los gatos y las relaciones tormentosas

X y Y son una pareja con una relación sentimental. Como para muchas otras, por razones inexpugnables, un día la conexión deja de fluir y experimenta algunos tropezones; después se vuelve problemática y con el paso del tiempo, son pocos los momentos libres de conflicto.

A pesar de las abrumadoras desventajas, X y Y, desafiando toda lógica, deciden seguir juntos. Mucho tiempo después de que la relación se ha vuelto nociva e insostenible, al fin deciden terminarla. Se sienten aliviados pero también abatidos. Ya sea que lo nieguen o lo confiesen, ambos piensan en el otro con frecuencia. Los dos aspiran en secreto a que algún día puedan volver a estar juntos, aunque, por supuesto, confían en que todo será diferente.

Es bien sabido que los seres humanos somos los únicos animales que tropiezan dos veces con la misma piedra. Lo que pocas veces se dice es que también somos los únicos que después de irnos de hocico, descalabrarnos y rompemos una pierna, recogemos la piedra, la llevamos a casa y la guardamos para poder tropezarnos con ella todos los días.

Me he preguntado infinidad de veces qué es lo que hace que alguien desee continuar con una persona con la que ha tenido infinidad de problemas, en vez de buscar a otra (es el recurso más abundante en el planeta) con la que pueda empezar una relación de ceros.

Aprovechando que bajé de iTunes U el curso de Introducción a la psicología del Instituto Maurer, me permito aventurar algunas hipótesis:

  1. Masoquismo judeocristiano o el deseo de sufrir en esta vida en aras de asegurar una butaca en el paraíso después de muertos.
  2. Demencia o imbecilidad. Ya sea heredada o adquirida por el consumo indiscriminado de programas de concurso y revistas de chismes del mundo del espectáculo.
  3. Adopción de la frase «más vale malo por conocido que bueno por conocer» como filosofía de vida. Es decir, experimentar un profundo terror a la novedad (o kainofobia, como le llamamos los discípulos de Freud).
  4. La muerte. Lo reconozcamos o no, todos la sentimos respirándonos en la oreja; sabemos que la vida se nos extingue con cada exhalación y queremos creer que estamos sacándole el máximo provecho a nuestra existencia. Necesitamos la adrenalina, hacer que nuestro corazón se acelere. Algunos lo logran practicando deportes extremos, consumiendo drogas regadas con pesticidas o trabajando como voluntarios en campañas políticas de candidatos independientes. Otros prefieren sostener relaciones sentimentales tortuosas. Por eso no es raro que las peleas de estas parejas desemboquen en sesiones sexuales de alto voltaje. Del tipo que causa adicción.
  5. La historia compartida. Nada une más a dos personas que haber sobrevivido juntas a la adversidad. Casi resulta irrelevante que haya sido la misma pareja la que la haya originado. Es en el infortunio y la tragedia que los seres humanos mostramos nuestro más sincero rostro, nuestra verdadera naturaleza. Cuando la relación se vuelve una secuencia de situaciones problemáticas, los integrantes de la pareja inevitablemente van revelando aspectos oscuros y recónditos de su personalidad, y esa complicidad crea entre ambos vínculos intrincados pero poderosísimos. Haber compartido la desnudez y la vulnerabilidad, descubrir en el otro y en uno mismo la capacidad de herir y de sangrar, crea una intimidad que nunca experimentarán las parejas en las que todo fluye con dulce suavidad.
  6. El amor. Esa es la otra probable explicación. Al menos la que prefieren los poetas, los compositores de música pop bailable y los fabricantes de perfumes. No es descabellada. Podemos definir con cierta facilidad las razones por las que nos gusta/simpatiza/atrae/seduce alguna persona, pero los motivos del amor son mucho más indescifrables. Cuando nos preguntan por qué estamos enamorados de alguien, aunque la pregunta vaya precedida de una infinita enumeración de defectos, incompatibilidades y agravantes, muchas veces la única respuesta es encogerse de hombros y confesar “no sé”.

La siguiente ilustración viene al caso porque el gato está pensando precisamente en eso:

SmilingCat

Y aquí se ve más claramente. Como prueba, las estrellas titilan con alegría:

SmilingCat

Y aquí el boceto original que proviene de una Moleskine con la que tengo una relación sumamente conflictiva (ella insiste en que la deje en paz y yo me empeño en torturarla).

SmilingCatBoceto

Ideas cuadradas

Es inevitable tener ideas cuadradas y preconcebidas sobre ciertas cosas: asumimos que si tocamos el fuego nos quemaremos o si mordemos un Milky Way sentiremos una avalancha de chiclosa dulzura abrumando nuestra papilas gustativas. Y está bien; es útil no tener que estar experimentando todo como si fuera la primera vez.

El problema es cuando extrapolamos esa conducta a todo lo demás, en especial hacia nosotros mismos, y comenzamos a acumular en pequeños cubos las ideas de lo que pensamos que debemos ser: tengo que ganar más dinero que el año pasado, tengo que parecer muy culto, tengo que ser más exitoso que mis compañeros de la prepa, tengo que verme bien y un interminable etcétera.

Como es bien sabido, nunca estaremos a la altura de nuestras expectativas, así que las cajas que penden sobre nuestras cabezas se harán cada vez más y más pesadas hasta que inevitablemente acaben por hundirnos en las arenas de la inmovilidad. Es por eso que algunos sabios asiáticos recomiendan que cuando se nos aparezca una idea cuadrada sobre nosotros mismos, sin perder tiempo le coloquemos un moño y la arrojemos al río más cercano.

Más o menos de eso se trata la siguiente ilustración:

AutoretratoCajas

Mariposas blancas

mariposa

Un aeropuerto. No uno de esos de las grandes urbes en los que un gusano de metal conecta el refrigerante avión a las salas climatizadas del aeropuerto para que el pasajero no tenga que enfrentarse al clima real, sino uno de aquellos, ubicados en ciudades pequeñas, en los que el viajero tiene que apearse del avión y caminar por la pista de aterrizaje hacia una diminuta terminal desprovista de boutiques de diseñador y cafeterías de cadena.

Caminaba junto con el resto de los pasajeros en busca de una puerta por la que pudiera ingresar al aeropuerto cuando algo parecido a un guiño me hizo mirar al piso. Era el aleteo de una pequeña mariposa blanca. Desvié el pie para no pisarla y mi zapato cayó sobre otra igual. Solo que esa estaba muerta. A éstas las rodeaban otras muchas también muertas. Miré a mi alrededor. El camino del avión a la puerta por la que se entraba a la terminal estaba alfombrado por mariposas blancas muertas o agonizantes. También tapizaban las paredes grises del edificio. Muchas otras revoloteaban nerviosas. Eran tal vez cientos de miles (los insectos como los astros requieren de cifras que rebasan nuestra imaginación). Me sorprendió no haberlas visto antes y más que los demás no repararan en ellas. Caminé con cuidado, intentando no pisar a aquellas vivas o moribundas. Nadie más parecía tomar esas precauciones.

El aeropuerto era modesto: una única sala de espera y dos bandas para recoger el equipaje. El suelo de la terminal también estaba cubierto de fragmentos de mariposas; algunas morían tras entrar por las puertas que se abrían y cerraban sin cesar, las más habían sido arrastradas por los pies y el equipaje de mano. Dentro ya era difícil ver una mariposa completa: casi todo eran alas, cuerpos y apéndices sucios y rotos.

Me paré junto a la banda para esperar mi maleta: me urgía irme de ahí. Tras un sordo bramido, la banda comenzó a moverse. Las maletas que empezaron a aparecer, alimentadas desde el exterior, tenían pegadas mariposas blancas: conté hasta seis en una sola. Los propietarios las tomaban sin preocuparse por los insectos y echaban a andar hacia la calle llevándolas con ellos. Algunas mariposas no aterrizaban en el equipaje sino en la banda transportadora, constituida por discos que se desplazaban girando sobre sus ejes; éstas eran en su mayoría despedazadas por las maletas al ser colocadas o retiradas, otras se posaban en los discos que al girar las desmembraban. Una voló desde una maleta Louis Vuitton de imitación hasta posarse en el borde de la banda, de manera que cada disco que pasaba la golpeaba. La mariposa blanca intentaba con todas sus fuerzas incorporarse, pero cada nuevo esfuerzo era sucedido por un disco que la embestía. Tras algunos segundos de agónica lucha, finalmente se soltó para desaparecer entre dos discos. Triturada. Algunas pocas lograban emprender el vuelo y se posaban en el techo o en una pared, solo para minutos después regresar a la banda o al suelo.

Miré a la gente que me rodeaba: sesenta o setenta personas eran testigos de miles de muertes simultáneas y a nadie parecía resultarle trágico o al menos digno de asombro. Ni siquiera en los niños encontré un atisbo de compasión. Tal vez entendían que ese era el ciclo de la vida y que preocuparse es vano. Lo cierto es que me era inevitable ver un presagio en aquella masacre marcada con la inconfundible ironía bíblica: una infinidad de mariposas terminaba su vuelo en un aeropuerto. Justo en el aeropuerto al que yo había volado para huir de ciertos recuerdos que insisten en revolotear a mi alrededor. Como mariposas blancas.