Esta es una versión más animada (una vez que se le pusieron sus baterías).
Archivo de la categoría: InkPad
Lo que cargamos
El camino
Chapuzón
Alas
Viajes
Hay un montón de escritores a los que admiro, pero Julio Cortázar es de los poquititos a los que les tengo cariño. Lo conocí en el auto de un amigo que me dio un aventón de la escuela a la casa. En el asiento estaba Bestiario, y yo, en vez de charlar con mi amable anfitrión, opté por leer durante el trayecto Casa tomada. Recuerdo con nitidez la sorpresa que me causó darme cuenta de que se podía hacer ESO con las palabras; que ESO también era literatura. Saqué de la biblioteca ese y todos los demás libros de Cortázar y los devoré con una voracidad que a menudo extraño. Mi fascinación y entusiasmo aumentaban con cada página. Aquellas lecturas me dejaron en las manos un ramillete de esas férreas certezas que solo pueden cultivarse en la fértil imbecilidad de la juventud: Julio Cortázar era mi escritor favorito, Rayuela mi novela preferida y yo iba a ser escritor.
Con el galopar de los años, muchas otras novelas y escritores se convirtieron en mis favoritos y descubrí que para ser escritor hay que poder escribir y eso me incapacitaba para serlo. No obstante, los textos de Cortázar siempre han conservado para mí esa sensación de llegar a un lugar cálido y sonriente; algo parecido a la patria o el hogar.
Lo sorprendente es que, además de hogar, Cortázar es también un excelente medio de transporte. Y de eso se trata el siguiente exabrupto:Y el vistoso GIF animado.
Guatsap
Tengo la impresión de que los estados de ánimo que mostramos en los chats y las redes sociales no siempre corresponden con la realidad. Al menos cuando yo los uso no se deben tomar literalmente. Por ejemplo, cuando escribo un «jaja», en realidad quiero decir: «si yo fuera un poco más idiota o tú fueras más inteligente para hacer chascarrillos, tal vez ahora me estaría riendo».
El trabajo dignifica
Los puentes, días de asueto y vacaciones, tan abundantes en esta Gran-Nación-Que-Es-México, son una estupenda oportunidad para cultivar el noble arte de la holgazanería, pero también para reflexionar. Yo utilicé los últimos tres para meditar sobre el trabajo, lo que no deja de ser una interesante paradoja. O una monumental estupidez, dependiendo de la benevolencia con la que se le mire.
El caso es que tras mis profundas cavilaciones, llegué a la conclusión de que mi trabajo es parecídismo a las ruedas que ponen en las jaulas de los hámsters, y en las que estos animalitos –entusiastas pero no demasiado brillantes– pasan todo el día corriendo sin jamás percatarse de que no están avanzando ni un centímetro. Temo que, al igual que estos simpáticos roedores, un día caeré extenuado, presa de un infarto al miocardio y, jadeante, mantendré la última conversación conmigo mismo que, con seguridad, será algo parecido a esto:
–Al parecer tenían razón los consejos de la Cosmopolitan: el estrés mata.
–Sí, ya me di cuenta…
–Salíamos de la casa a las 9 de la mañana y regresábamos hechos mierda a las 10 de la noche. Comíamos rápido y mal. No eran pocos los fines de semana en que también teníamos que trabajar. Y siempre estábamos contra el reloj: nunca paraban la tensión y la ansiedad. Era cuestión de tiempo…
–No te pongas filosófico; SIEMPRE es cuestión de tiempo. El día que naces comienzas a morirte.
–Tú, además de filosófico, mamón…
–La cuestión es que teníamos buenas razones para vivir así.
–¿Cuáles?
–Lo que hacíamos era importante…
–¡No mames, Rul, nos estamos muriendo, al menos ahora podríamos ser honestos!
–OK, no servía para nada, pero necesitábamos el dinero.
–Sí, la lana es importante, pero nunca me quedó claro por qué siempre necesitábamos ganar más.
–Para el auto, por ejemplo.
–Que usábamos para ir a trabajar.
–Para la computadora. Siempre tuvimos Mac y el modelo más reciente.
–Sí, una herramienta utilísima para hacer bien el trabajo.
–Y el iPhone, el iPad…
–Que nos permitían que los clientes, proveedores y compañeros de trabajo pudieran localizarnos a cualquier hora y en cualquier lugar.
–Sí y poder llevarnos el trabajo a la casa, al auto, a las reuniones, a los fines de semana, las vacaciones.
–…
–…
–Ya voy entendiendo: trabajábamos como bestias para tener dinero que nos permitiera trabajar más.
–Éramos como hámsters en su rueda.
–Creo que ya falta poco. ¿Tienes un cigarro?
–No fumes, es peligroso para la salud.
–Jaja.
–Jaja.
–…
Y aquí la versión gráfica de la anterior conversación.